La Fundación Daniel y Nina Carasso concede el Premio Artista comprometido a nuestro compañero Julio Jara

La Fundación Daniel y Nina Carasso concede el Premio Artista comprometido a nuestro compañero Julio Jara

  • Esta primera edición del premio reconoce a cinco artistas que destacan por su compromiso ciudadano a través de proyectos orientados a afrontar los desafíos de la sociedad y del planeta
  • Tres españoles y dos franceses han sido seleccionados por un jurado internacional: Cristina Pato, Santiago Cirugeda, Julio Jara, Neïl Beloufa y Patrick Bouchain
  • La dotación del premio es de 30.000 euros para cada artista, con lo que la Fundación dedica a este reconocimiento un total de 150.000 euros
  • Este galardón reafirma el compromiso de la Fundación Daniel y Nina Carasso con el arte, subrayando su valor como cimiento de la ciudadanía y herramienta de transformación social

La Fundación Daniel y Nina Carasso hizo público el pasado día 10 de diciembre el nombre de los cinco artistas galardonados en la primera edición del Premio Artista comprometido. Propuestos por un comité de nominación franco-español, los artistas han sido seleccionados por un jurado voluntario que ha tenido en cuenta a creadores de todas las disciplinas que llevan a cabo sus acciones tanto en España como en Francia, así como a nivel internacional. Este jurado finalmente ha decidido otorgar el galardón de este año a un total de cinco artistas: dos artistas franceses –Neïl Beloufa y Patrick Bouchain– y tres artistas españoles, –Cristina Pato, Santiago Cirugeda y Julio Jara–, cada uno de los cuales recibirá una dotación de 30.000 €.

El Premio recalca el valor de prácticas artísticas exigentes, impulsadas por los artistas y desarrolladas en el marco de proyectos colectivos y sociales. Estas acciones singulares son fuentes de inspiración que pueden crecer, replicarse y generar un efecto multiplicador, tal y como subraya Anastassia Makridou-Bretonneau: “Este galardón no responde únicamente a un juicio estético, como la mayoría de los premios artísticos que se conceden atendiendo a criterios ligados al talento, normalmente desde una lógica de competición. Así pues, los premios de la Fundación Daniel y Nina Carasso no buscan descubrir talentos sino sacar a la luz compromisos artísticos destacables”.

En un contexto marcado por las desigualdades, la emergencia climática, la crisis sanitaria y el debilitamiento de las democracias, la Fundación reafirma con la creación de este premio el papel del arte como un potente motor de ciudadanía y sensibilidad. Son muchas las iniciativas que se materializan gracias a artistas que abren su campo de trabajo a ámbitos como el social, la educación, el medioambiente o la economía social y solidaria.

“Hemos querido evitar la idea de que habría una única manera de comprometerse, un único tipo de artista comprometido”, señala Carlos Almela– Responsable de la línea Arte Ciudadano en España. “Nuestro Premio busca más bien generar una suerte de ‘retrato de familia’ y esta primera promoción es un fiel reflejo de esa intención, con trayectorias artísticas y compromisos muy diversos. Independientemente de si desarrollan acciones sobre el terreno u otras más intangibles, a mayor o menor escala, todas las personas premiadas proponen alternativas en respuesta a desafíos tan diversos como la pérdida de memoria, la exclusión social, las relaciones interculturales o la legislación en materia de urbanismo”.

Julio Jara, por y para las personas sin hogar

Artista nómada, ajeno a cualquier escuela y disciplina, Julio Jara dedica su vida a visibilizar y acompañar a los más vulnerables. En una suerte de equilibrio entre compromiso ético y estético, este artista vive y desarrolla desde hace años sus proyectos en un albergue para personas sin hogar, donde logra congregar a artistas, instituciones,  mediadores y ciudadanos.

En ocasiones se ha definido a sí mismo como un «casi artista» que necesita del espectador para acabar su obra. Su propuesta puede entenderse como una invitación a transgredir las fronteras del arte o a revolucionar los espacios expositivos, pero es, ante todo, un ejercicio en el que se otorga poder al espectador en pro de la desmitificación del papel sagrado del artista.
Julio Jara nació en París en 1962 y, poco después, su familia decidió volver a España, a la localidad de Parrillas (Toledo). En el seno de la comunidad local gitana y con el bar que regentaba su abuelo como escenario, el artista construye, en palabras de Amélie López-Aranguren, comisaria y responsable del CAR de Campo Adentro, «un imaginario que bebe de lo popular, del flamenco, de los feriantes, del trasnoche… Personas y situaciones que, de entrada, él no entiende, pero que poco a poco se van convirtiendo en su familia».

A partir de los años ochenta, emprende diversas actividades artísticas: la música con el grupo Vamos a morir, el flamenco, la performance, el dibujo y la escritura, forma de expresión que practica con asiduidad. Todo ello se entremezcla con una enorme cercanía y compromiso respecto de las personas en riesgo de exclusión. Por ejemplo, en esos años se encierra en una parroquia de Valencia en una acción de denuncia para revindicar los derechos de un grupo de migrantes ecuatorianos con los que luego convivirá durante varios meses. En 2001, durante la Bienal de Arte y Deporte de Valencia, Jara cantó las Olímpicas de Píndaro por distintos palos flamencos al mismo tiempo que un grupo de inmigrantes ilegales iban construyendo muros de cemento, ladrillo y arena a su alrededor.

Proyecto comprometido

Julio Jara vive desde hace 15 años en el albergue de San Martín de Porres, un espacio fundado por los dominicos que acoge a personas sin hogar, desde una perspectiva aconfesional, en un barrio humilde de Madrid. El artista está plenamente integrado y ejerce una función de mediador entre los miembros de la orden, con los que colabora en la organización de diversas actividades, y los residentes del albergue, con los que convive. Para Jara, la exclusión se explica en gran medida por la falta de acceso a la cultura, a la creación y a la expresión, y es así como comienza el proyecto DentroFuera, un proceso de larga duración en el que invita a creadores, mediadores culturales, artistas (Isidoro Valcárcel Medina, Mireia Sentís, Jaime Vallaure, Fernando Baena), habitantes e instituciones (La Casa Encendida, la Facultad de Bellas Artes de la Complutense o el Museo Reina Sofía) a implicarse en la lucha contra determinados estereotipos y mecanismos de la exclusión social, trabajo que realiza mediante talleres, conferencias, exposiciones, jornadas e intervenciones.

En 2018 y en ese mismo albergue, surge el proyecto Los 1001 Cartón, un proceso largo y delicado de encuentro, confianza y creación en el que las personas sin hogar rememoran cómo fue su primera noche en la calle. Los cartones no se conservan ni se les atribuye ningún valor artístico. A Jara lo que le interesa es todo lo que ocurre hasta llegar a ellos, un recorrido en el que el cuerpo, la voz y la palabra iluminan el espacio: un archivo de dolor, pero también de dignificación del fracaso a través del arte y, sobre todo, un regalo para los que están «dentro». Posteriormente, como desarrollo de ese «taller de talleres» que es Los 1001 Cartón, en el que los participantes son verdaderos guías, Julio Jara ha reactivado la pieza en distintos contextos. Por ejemplo, en el marco del proyecto del comisario Pedro G. Romero Aplicación Murillo en Sevilla, en el Hospital de la Caridad, con las personas sin hogar que estaban en campaña de frío, o en Bergen, en el marco de la Bergen Assembly, con la comunidad local de gitanos rumanos.

Julio Jara y sus compañeros del albergue se han trasladado recientemente al Monasterio de la Inmaculada Concepción en Loeches, a 30 km de Madrid. Pretenden aprovechar los 2000 metros cuadrados de este edificio deteriorado para crear, entre otras cosas, residencias de artistas que nutran una comunidad de vida plural.

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