En la quietud de una vida consagrada y en la sencillez de cada acto dedicado a su comunidad, el Padre Ramiro Castrillo Martínez, sacerdote dominico, dejó una huella profunda y genuina que permanece viva en los corazones de quienes lo conocieron. Su vida fue una auténtica manifestación del compromiso cristiano, llena de amor al prójimo, de dedicación a los más necesitados y de una sabiduría impregnada de la espiritualidad de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden a la cual él pertenecía.
Primeros Pasos de una Vocación Inquebrantable
Ramiro Castrillo nació el dos de diciembre de 1934, ingresó en la Orden de Predicadores en el año 1961. Su infancia la vivió en un hogar de fe y valores sólidos, donde desde niño se destacaba por su bondad y su sincero deseo de ayudar a los demás. Decidido desde temprana edad encaminarse hacia la vida sacerdotal. Cuando ingresó a la Orden de Predicadores (dominicos), su entrega se consolidó, y en su corazón se selló el compromiso de vivir conforme al carisma dominicano: predicar la Verdad y servir al pueblo de Dios con amor y justicia.
Un hombre de fe y sabiduría
El Padre Ramiro era conocido por su carácter firme, su capacidad de trabajo sin límite y su acompañar siempre desde la acción. Muchos lo describen como un hombre de sabiduría, no solo por su conocimiento teológico, sino por su habilidad para leer las almas, comprender las necesidades de los demás y ofrecer palabras de consuelo y guía espiritual, con sencillez, humildad y nulo afán de protagonismo. Sus sermones fueron reconocidos por su claridad y profundidad, siempre fundamentados en el Evangelio y enriquecidos con la filosofía y la enseñanza social de la Iglesia.
Fiel al espíritu dominico, el Padre Castrillo, fue un incansable defensor de las personas más vulnerables. En cada misión pastoral, él siempre se ponía al servicio de los marginados, de aquellos que no tenían voz, defendiendo su dignidad y sus derechos con valentía y compasión. Nunca buscó reconocimiento ni gratitud, pues su mayor satisfacción era ver el bienestar de su comunidad.
Ramiro, nos deja como legado de identificarse con las reivindicaciones sociales , como lo hizo con la de los trabajadores del taxi en los años setenta, fue promotor de la lucha por los derechos de los taxistas bajo el lema “el taxi para quien lo trabaja”, postulando reducción de jornada, descanso semanal, observancia de sábados y domingos.
Su legado va acompañado del ejemplo por la convivencia, entre el servicio pastoral tanto en el albergue y lo que fue la parroquia Santa Rosa de Lima, hoy una capilla de los padres dominicos, para Ramiro, ambas labores contribuían a un enriquecimiento mutuo.
Con su trabajo de cada día, en la lavandería, tendiendo ropa, sirviendo el desayuno, conversando con las personas usuarias, atendiendo o resolviendo cada situación del día a día, nos deja un factor determinante en el funcionamiento del Albergue San Martín de Porres, como persona próxima a cada uno de los albergados, atento a su vida, tan compleja. Una palabra de aliento nunca le faltó para quien la necesitaba.
La Herencia de su Ejemplo y su Fe
El Padre Ramiro Castrillo no solo fue un hombre de Dios, sino un testimonio de lo que significa vivir para los demás. Aquellos que compartieron su vida reconocieron en él una inspiración constante, y aunque su partida deja un vacío difícil de llenar, su memoria sigue presente. Sus palabras de aliento y sus consejos resuenan aún en las vidas que tocó, mientras su ejemplo inspira a ser instrumentos de paz y amor en el mundo.
Hoy, recordamos al Padre Ramiro Castrillo con agradecimiento, y le rendimos homenaje por su vida de entrega y amor incondicional. Que su memoria continúe iluminando el camino de aquellos que buscan a Dios en el servicio, y que su ejemplo inspire a otros a seguir sus pasos, a ser un reflejo vivo de la bondad.
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
